A veces, nuestro impulso de cumplir y hacer “lo que hay que hacer” es tan fuerte que ignoramos o pasamos por alto necesidades tan importantes para el ser humano como la realización, el autocuidado o la coherencia con los propios valores. Sin embargo, siempre estamos tratando de cubrir necesidades, incluso cuando actuamos movidos por un sentido del deber y la obligación y pensamos que “no tenemos otra opción”. Para mí la diferencia clave está en ser conscientes de para qué hacemos lo que hacemos, y darnos cuenta del poder de elección que tenemos en cada momento.
Podemos pensar en las cosas que en realidad preferiríamos evitar: esas cosas que hacemos con desgana, como si estuviéramos arrastrando una carga pesada, y preguntarnos qué estamos tratando de conseguir a un nivel profundo y universal. ¿Aceptación, amor, valoración, seguridad…? Una vez tengamos esto claro, aunque no podamos cambiar las cosas de la noche al día, sí podemos plantearnos cómo cubrir esas necesidades por medio de otras estrategias que despierten nuestra motivación, eligiendo opciones que podamos realizar con más alegría.
Por ejemplo, puedes hacer una lista con todo lo que te dices que tienes que hacer. Comienza escribiendo la frase tengo que, o debería, y complétala con tantas cosas como te vengan a la cabeza, sin pensarlo demasiado. Una vez tengas la lista, puedes repasarla reflexionando sobre las necesidades que estás cubriendo con estas acciones, y después sustituir el tengo que y el debería por Yo decido, Yo opto por, Yo elijo… porque así cubro mi necesidad de… Así tendrás una lista que puede ser un buen punto de partida para reflexionar sobre qué estás haciendo y con qué motivaciones y, a partir de ahí, si quieres, abrirte a otras posibles maneras, que tengan en cuenta más necesidades y valores importantes para ti. El hecho de poner el foco en las necesidades universales suele hacer que estemos más receptivos y atentos a otras posibilidades para cubrirlas. Aquí entra en juego la creatividad también, que podemos emplear al servicio de nuestro bienestar.
Para mí este es un punto clave para desarrollar una actitud noviolenta por varios motivos: el primero es que, si actuamos en coherencia con nuestros valores y motivaciones profundos, estamos restando violencia a la manera en que nos relacionamos con nuestra persona (reduciendo la autoimposición, la autoexigencia). En segundo lugar, cuando hacemos las cosas con alegría, coherencia y motivación, es más probable que contagiemos esos valores a las personas que nos rodean y menos probable que carguemos el ambiente con quejas, mal humor, resentimiento, etc. Por último, cuando somos capaces de ver las necesidades y valores que cuidamos en los casos en los que decidimos seguir haciendo eso que preferiríamos no hacer, estamos mirando de frente nuestra humanidad, podemos hacer duelo por aquello a lo que renunciamos conscientemente y celebrar aquellas necesidades que sí cubrimos con ello. Podemos tenerlas presentes mientras hacemos esas cosas que preferiríamos no hacer, y seguramente tendremos una actitud muy diferente que si alimentamos la queja y el resentimiento.
0 comentarios