
Ya lo decía Marshall Rosenberg, y hago mía esta frase: “Soy más feliz desde que he aprendido a no escuchar los juicios de los demás y he desarrollado la capacidad de ver más allá de ellos”. Y es que los juicios en realidad esconden mucha información sobre los valores de las personas y lo que es más importante para ellas… y percibir esto facilita el acercamiento.
Lo más habitual, sin embargo, es que nuestros diálogos estén plagados de juicios, generalizaciones, exageraciones… Y en algunas ocasiones nos encontramos con una capa muy gruesa de malentendidos, cosas dadas por sentado, etc. que hay que aligerar para empezar a entendernos. Por ejemplo, comenzamos a hablar con alguien de algo que nos ha molestado y reacciona diciendo: “¡Yo no he dicho eso!”, “¡Yo no he hecho eso!”, “Eso no es lo que pasó!”
¿Te suena? En estos momentos, la observación puede ser clave para identificar una realidad compartida, algo que todas las personas implicadas puedan estar de acuerdo en que es así, que puedan decir: “sí, esto ha pasado”. Y a partir de ahí, gestionar la situación.
Otras veces, lo que abundan son los juicios y etiquetas asignados a las personas en base a un comportamiento que hemos observado, y en relación directa con lo que nosostrxs sentimos y necesitamos. Podría decir: “¡Eres un vago!” cuando veo a mi hijo sentado en el sofá viendo la tv y yo estoy cansada y necesito colaboración.
De alguna manera nos creemos que lanzando esa etiqueta, nuestro hijo va a recapacitar y hacer lo que queremos. Lo que sucede es que nos desconecta más, porque al etiquetar así no estamos mostrando respeto, no estamos reconociendo que él es mucho más que este rato que está sentado viendo la TV y, además, como no le hablamos de lo que sentimos y de lo que necesitamos, tampoco le ayudamos a entender qué es lo más importante para nosotrxs, entendernos, empatizar. Su respuesta natural es protegerse, cerrarse, rebelarse…
Observar sería hacer referencia a acciones, hechos observables, movimientos, citas textuales. Todo lo demás, es susceptible de estar teñido de interpretación y entrar en conflicto con “la película” de la otra persona.

Observar sin entrar en juicios no resulta fácil… pero puede tener un gran poder pacificador. Eso sí, cuando hacemos una observación, si lo hacemos con tonillo de reproche o con intención de que la otra persona se sienta mal por lo que ha hecho o en un intento de que cambie su comportamiento, entonces, por mucho que estemos verbalizando hechos observables, no estamos haciendo lo que proponemos en CNV cuando hablamos de observación.
La observación conlleva apartar por un momento las interpretaciones y etiquetas, incluidas las de “mala persona / buena persona”, “lo que ha hecho no es correcto”, “no me está tratando bien”, “yo no me merezco esto”, “soy un desastre”, “esto es injusto”… y centrarnos en las cosas concretas que suceden para abrir un diálogo sobre cómo nos afecta a nosotrxs, en relación a nuestras necesidades y valores.
Puntos clave:
- Percibir los valores y necesidades que hay detrás de los juicios contribuye a nuestro bienestar y a una actitud pacífica
- Observar hechos concretos y apartar interpretaciones ayuda a establecer una base de realidad compartida y deshacer malentendidos
- Expresar lo que sentimos, necesitamos y pedimos es mucho más eficaz que lanzar juicios etiquetas cuando alguien hace algo que entra en conflicto con nuestras necesidades
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