Seguramente ya sabes que en Comunicación NoViolenta es fundamental la diferenciación entre necesidades y estrategias.
Necesidades son cualidades, valores, algo universal y general que todos los seres humanos compartimos como: respeto, consideración, diversión, reconocimiento, aceptación, descanso, movimiento, espacio, libertad, apoyo, aprendizaje, etc. y que aportan a nuestro bienestar y desarrollo.
Las estrategias son las acciones concretas que llevamos a cabo (consciente o inconscientemente) para cubrir necesidades.
Para explicar esta diferenciación a menudo se recurre al acrónimo PLATO.
Persona. L. Lugar. A. Acción. T. Tiempo. O. Objeto.
Decimos que si lo que pensamos que necesitamos tiene uno de estos elementos no es una necesidad sino una estrategia.
Por ejemplo: la diferencia entre “apoyo” (mi necesidad) y “que tú me ayudes esta tarde con la mudanza viniendo con tu furgoneta” (que sería mi estrategia preferida para recibir ese apoyo).
Aunque el acrónimo PLATO es útil para distinguir estrategias y necesidades, cuando estamos hablando de las necesidades de la relación (en el contexto de una relación concreta o vínculo), la cuestión es más compleja. Y de eso quiero hablaros hoy.
En primer lugar, creo que es muy valioso hacer el esfuerzo de desligar la P (persona concreta con quien tenemos la relación) de nuestra necesidad. Para abrir la perspectiva.
¿Realmente necesito que sea Tal Persona quien haga esto por mí?
A veces, sobre todo en las relaciones de pareja, tenemos la expectativa o el deseo de que una sola persona satisfaga un montón de necesidades nuestras.
Queremos que sea nuestra principal “proveedora” de cariño, contacto físico, intimidad… (por poner varios ejemplos).
Y damos por sentado que esa persona va a estar siempre dispuesta a dárnoslo y pensamos que, si no es así, nos está fallando.

En caso de que le pidas algo a tu pareja / vínculo y no esté disponible o dispuesta para contribuir a cubrir tu necesidad, en lugar de tomártelo como un rechazo puedes preguntarte:
¿Hay otras personas que podrían ayudarme a satisfacer esas necesidades? ¿Qué otras opciones tengo?
Y también reflexionar en torno a esta otra pregunta:
¿Qué estoy haciendo YO, por mi cuenta, para tener más de esto en mi vida?
Esto sería desligar la P. de mi necesidad. Y puede aportar mucha ligereza a la relación pues nos ayuda a actuar por nuestro bienestar sin cerrarnos y sin exigir a la otra persona.
Puede ser muy liberador preguntarnos todo esto y hacer cambios en consecuencia, siempre que no nos obliguemos a flexibilizarnos más allá de lo que podemos sostener. Es decir, que actuemos conscientes de nuestros límites y cuidándonos.

Dicho todo esto….
En algún caso he visto a personas evadir su responsabilidad afectiva o caer en la resignación queriendo llevar a rajatabla esta herramienta del PLATO.
Por ejemplo, le pido a mi pareja / vínculo / amistad que me escuche y me dice que esa es mi necesidad y no tiene por qué ser ella/él quien la cubra; que me busque otra persona para darme escucha.
El clásico “¡eso es tuyo! (y yo me desentiendo)”. ¿Te ha pasado algo parecido alguna vez?
Lo cierto es que la otra persona no está obligada a cubrir mi necesidad, pero en el contexto del vínculo puede que sea fundamental para mí recibir esa escucha por su parte porque lo que está en juego son necesidades que conciernen a nuestra relación.
¿Qué hago entonces?
Cuando lo que está en juego son necesidades relacionales, es importante distinguir si:
- Lo que necesito concierne a mi bienestar individual únicamente y puedo desligarlo de esa persona concreta (pido escucha a una persona porque necesito desahogarme o compartir, pero si ella no puede yo podría acudir otra amiga disponible y eso me dejaría tranquila).
- Lo que necesito es algo que atañe profundamente a ese vínculo concreto y por tanto es importante para mí que se dé con esa persona (quiero que me escuches tú porque lo que necesito es cuidar nuestro vínculo, generar confianza, claridad para nuestra relación, etc.)
En este segundo caso, el hecho de recibir escucha de otra persona, seguramente no te dejaría tranquila en absoluto.
Aquí podemos ver que hay varias capas de necesidades.
Esto es muy habitual y por eso también en mis talleres suelo recomendar a las personas ahondar en las necesidades preguntándose: “Y eso, ¿qué me aportaría?”. Un ejemplo:
Necesito…
- Que me escuches, ¿y eso, qué me aportaría? ¿qué aportaría a la relación? > Ser tenida en cuenta. Comunicación…
- Ser tenida en cuenta, comunicación, ¿y eso, qué me aportaría? ¿qué aportaría a la relación? > Claridad. Seguridad afectiva…
- Claridad, seguridad afectiva, ¿y eso, qué me aportaría? ¿qué aportaría a la relación? > Tranquilidad. Ligereza. Confianza…
Y así sucesivamente. Podemos escucharnos de esta manera profunda y buscar estrategias para cuidar todas esa necesidades sin aferrarnos a nuestra primera preferencia: “que TÚ me escuches AHORA”.
Podemos pensar si eso que queremos para la relación lo podemos cultivar de alguna manera, aunque la otra persona esté ahora cerrada a escucharnos.
Al mismo tiempo, considero importante no engañarnos pensando que si las necesidades de la relación no se atienden, con que nos escuche otra persona que sí esté disponible vamos a solucionar el problema (eso es lo que sugieren las respuestas del tipo: “¡Eso es tuyo!” que decíamos antes).
O conformarnos diciéndonos que “tenemos que” tragar con esa media solución, aunque no nos deje tranquilas, porque nuestra necesidad es cosa nuestra y no le vamos a exigir a la otra…

En Comunicación NoViolenta proponemos pedir en lugar de exigir porque la exigencia obstaculiza el dar natural y es más probable que lleve a la otra persona a cerrarse o ponerse a la defensiva. Pero esto no quiere decir que nos tengamos que resignar a la primera resistencia que encontremos.
No exigir no significa tirar la toalla y conformarnos con lo que no nos hace bien.
Podemos insistir (de forma considerada, centrándonos en la necesidad, no aferrándonos a una estrategia), profundizar en las capas de necesidades como acabamos de ver en el ejemplo, buscar alternativas, flexibilizarnos todo lo posible a ver qué pasa, volver a intentarlo pasado un tiempo…
Sin presionar y al mismo tiempo sin entrar en resignación o renuncia y “comernos solas” el malestar de vivir indefinidamente con esas necesidades insatisfechas.
Tal vez esa persona no está abierta a escuchar ahora (y tendrá sus motivos) pero podemos expresarle lo importante que es para nosotras esa comunicación, esa confianza, ese cuidar el vínculo y pedirle que cuando note algo de apertura nos lo comunique.
Y también podemos preguntarle si hay algo que sí esté dispuesta a hacer que nos aporte cierta confianza en que le importamos (un abrazo, un pequeño gesto, una acción, palabra o frase simbólica…) que nos ayude a sobrellevar el tiempo que necesite para abrirse.
Lo importante es mantener la intención de cuidado mutuo, de hacerse entender y entender a la otra persona, de cuidar la relación.
0 comentarios