En el artículo anterior dimos unas pinceladas sobre cómo afecta la dimensión social y estructural de la capacidad de identificar nuestros límites, expresarlos con asertividad y actuar conforme a ellos.
Con este último artículo de la serie quiero contribuir a que pongamos conciencia en el hecho de que a veces, consciente o inconscientemente, utilizamos el «no» y los límites como expresión de dolor, o a modo de castigo.
Este artículo forma parte de una serie dedicada a los límites:
«No» y límites como castigo
Los límites y el «no» son, por lo general, difíciles de recibir, debido a todo lo que hemos estado viendo en esta serie de artículos. Eso hace que resulten una manera «fácil» de dañar, expresar enfado o castigar.
Esto puede darse de forma inconsciente, como una forma trágica de tratar de llamar la atención sobre nuestras necesidades o lograr un cambio en la relación. Sabemos que siempre hay necesidades legítimas detrás de nuestras expresiones de dolor o de rabia.
Poner conciencia sobre ello puede ayudarnos a revisar nuestra intención cuando ponemos un límite y también a vislumbrar posibles emociones y necesidades en la otra persona cuando es ella quien establece un límite para nosotras.
A veces decimos que “no” a algo o establecemos límites porque estamos dolidas por alguna otra cosa sucedida y lo hacemos a modo de castigo o de expresión de nuestro enfado o nuestro dolor.
Un ejemplo: Mi pareja hace algo que no me gusta y me duele mucho. No gestionamos la situación de un modo que nos permita llegar al entendimiento y la conexión y yo me quedo con resentimiento. Pasa una semana. Mi pareja me pide que haga algo por ella. Le digo que “no” con un ánimo punitivo, de venganza, como si fuera una manera de “devolverle el golpe”.
Le retiro un privilegio o algo que sé que valora y que hasta ahora le he dado libremente y con ese “no” pretendo que “aprenda y se arrepienta”, “valore las cosas”, “sufra como he sufrido yo”.
Esta manera de utilizar el “no” está enmarcada en un paradigma de las relaciones en el que se entiende que las personas “merecen” castigos y malos tratos cuando “se portan mal” y que “las personas aprenden a base de reprimendas, represalias o castigos”.
Otra forma de ver las cosas
Otra forma de ver las cosas en el paradigma de colaboración que promueve la CNV sería:
- Abandonar la idea de “portarse bien/mal” y poner el foco en reconocer las necesidades de todas las personas implicadas y buscar acciones con las que todas las personas se sientan cómodas.
- Darle importancia a los motivos que llevan a las personas a obedecer o cambiar su comportamiento (que puedan actuar movidas por un deseo de colaboración y no por la culpa o el temor a represalias y castigos).
¿Queremos que nos obedezcan y respeten nuestros límites y preferencias por miedo o que colaboren con agrado?
Este es el último artículo de esta serie que he dedicado a los límites. Si no has leído los artículos anteriores, te invito a que lo hagas: podrías contextualizar y entender mucho mejor lo que te cuento aquí.
Deseo que esta serie de artículos haya sido útil para ti y me encantaría recibir tu feedback. Te invito a contarme en comentarios qué te ha aportado esta lectura y cualquier otra cosa que quieras compartir. ¡Será un gusto leerte!
Si quieres trabajar el "no" y los límites conmigo desde la perspectiva de la CNV, es uno de los contenidos fundamentales del Programa Foco y Corazón.
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