El otro día recibí un mensaje muy largo. Muy largo para mí en ese momento, entiéndase… En la cuarta línea leí algo que me afectó tanto que no pude seguir leyendo. Se me aceleró el corazón, se me apretaban los dientes, me daban ganas de tirar el teléfono lejos, bien lejos…
Cuando pude releer el mensaje, unas horas más tarde y más calmada después de haber recibido empatía, pude ver que, en realidad, aquel mensaje rezumaba aprecio y deseo de contribuir a mi bienestar.
Sin embargo, esa frase del comienzo, que se rozó con viejas heridas y me tocó fibras sensibles, me dejó “sorda” al resto y al fondo del mensaje. Completamente cerrada.
¿Te ha pasado alguna vez algo así?
Recordé lo que decía Marshall Rosenberg, que recomendaba unas 40 palabras como máximo en las interacciones, para que resulte más fácil mantener la atención y, me imagino, para mantener el diálogo fluyendo en ambos sentidos. Cuidar la extensión de nuestros mensajes, ir desgranando poco a poco lo que queremos decir en lugar de soltar un tocho de golpe, nos permite dosificar y valorar el impacto de lo que decimos en la otra persona, y el impacto que tiene lo que escuchamos y decimos en nuestros propios sentimientos y necesidades.
Y es que los focos de atención (observación, sentimientos, necesidad, petición) son muy importantes, pero también lo es el flujo del diálogo. Los tiempos, los momentos de auto-regulación, el baile que hacemos entre escucharnos, escuchar a la otra persona, expresarnos…

¿Cuántas veces nuestras conversaciones se parecen a una partida de tenis en la que una pelota va de un lado a otro de la cancha, sin que medie pausa alguna ni momentos de autoconexión para ver cómo estamos? Demasiadas, en mi opinión.
Nos enseñaron que la comunicación va de escuchar y expresar. Bueno, pues en este esquema binario podemos introducir una tercera acción: escucharNOS. Y esto es más clave de lo que parece, porque a veces damos por sentado que nos estamos escuchando, cuando lo único que hacemos es no hablar en voz alta, pero nuestra charla mental sigue ahí, impidiéndonos conectar con lo que estamos viviendo realmente; manteniéndonos más en la «película» que en la realidad.
En las próximas entradas compartiré contigo más reflexiones y ejemplos relacionados con cada uno de los elementos del flujo del diálogo.
SERIE AUTOEMPATÍA
SERIE ESCUCHA EMPÁTICA
- La esencia de la empatía
- Lo que no es escucha
- Ejemplo de escucha empática
- Los tres platos del menú de la buena escucha
- Responder con empatía: dos recomendaciones finales
SERIE EXPRESIÓN HONESTA
0 comentarios